Los datos del Popularómetro que publicó El Financiero esta semana dan mucho de qué hablar sobre las dinámicas del cambio de opinión sobre diversos personajes públicos, entre ellos el notable deterioro en la imagen de políticos como Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y Alito Moreno, entre otros.
No obstante, un cambio negativo muy marcado que registró la encuesta tiene que ver con el papa León XIV, un cambio de opinión que muestra un significativo aumento de sus negativos y que no recuerdo haber visto con otros sumos pontífices, que por lo general han gozado de buena popularidad en el país.
Llama la atención que, mientras que los negativos de Adán Augusto se duplicaron y los de Alito estuvieron cerca de duplicarse con respecto de su medición previa, la cual fue en 2024, en el caso del líder priista, y de 2023, en el caso del senador morenista, los negativos del papa prácticamente se quintuplicaron en apenas cuatro meses, al pasar de 7 por ciento en junio a 34 por ciento en septiembre.
Cierto, la opinión positiva acerca del sumo pontífice sigue siendo mayor, cosa que no sucede con los mencionados políticos mexicanos (Adán Augusto suma 53 por ciento de opiniones negativas y Alito 71 por ciento), pero la opinión favorable del papa dejó de ser mayoritaria: comenzó con 69 por ciento de opinión muy buena o buena en mayo de este año; bajó a 51 por ciento en junio y a 44 por ciento en septiembre.
Una caída de 25 puntos porcentuales en cuatro meses. Siempre es difícil establecer una causalidad de estos movimientos en el sentir popular, pero una posible explicación es que el papa, a pesar de los canales y plataformas digitales del Vaticano, ha estado fuera de la discusión pública o ha mantenido un bajo perfil.
De acuerdo con la serie de encuestas de El Financiero, el rápido deterioro en la imagen el papa es mucho más marcada entre el segmento de edad de 18 a 44 años, que comprende las generaciones Y y Z, los llamados millennials y centennials.
Entre ese grupo de edad, la popularidad de León XIV registró 73 por ciento de opiniones favorables en mayo pasado, justo después de su designación, pero en tan sólo un mes esa cifra bajó a 45 por ciento, lo observado en junio; para septiembre, sus opiniones positivas estaban en 40 por ciento.
La tendencia entre el grupo de edad de 45 años o más también ha sido a la baja, pero más atenuada. Entre ese segmento, que básicamente se compone de la Generación X y de la Generación de Baby Boomers, el nivel de popularidad del papa inició con 64 por ciento de opinión favorable en mayo, bajó a 58 por ciento en junio y a 50 por ciento en septiembre. Se trata de 14 puntos a la baja en ese periodo de cuatro meses, notable pero mucho menos que lo observado entre las generaciones más jóvenes y más digitalizadas.

Precisamente, la división generacional resulta importante para ver que quizás lo más notable no es la caída tan rápida en la popularidad papal, sino el entusiasmo inicial con su nombramiento entre esas generaciones digitalizadas.
De acuerdo con las encuestas nacionales de valores sociales que examino en el libro La evolución cultural (descargable aquí: fomentoculturalbanamex.org), las generaciones de millennials y centennials han mostrado un rápido proceso de secularización, por llamarle de una manera genérica a su creciente abandono de las cuestiones religiosas, distinguiéndolos marcadamente de las dos generaciones previas.
Por ejemplo, en 2023 48 por ciento de Baby Boomers dijo asistir a servicios religiosos por lo menos una vez a la semana, así como 37 por ciento de la Generación X. En contraste, las proporciones de asistencia a servicios religiosos fueron de 30 y 22 por ciento entre Gen Y y Gen Z, respectivamente.
Otro contraste notable es el porcentaje que dice que la religión es muy importante en su vida: en 2023, esa respuesta la dio 59 por ciento de Baby Boomers y 56 por ciento de la Generación X. Pero los porcentajes fueron más bajos entre las generaciones jóvenes: 41 por ciento entre millennials y 33 por ciento entre centennials.
Luego de considerar estos números, lo sorprendente no es la caída en la popularidad del papa entre las generaciones jóvenes, sino el inicio tan alto de su popularidad.
Al parecer, León XIV generó entusiasmo al inicio, pero se apagó y sus ratings de popularidad disminuyeron. La luna de miel con la opinión pública mexicana quedó atrás. ¿Cree usted que el papa recupere sus bonos entre las nuevas generaciones? Ya veremos