De acuerdo con las cifras que el INEGI dio a conocer hace pocos días, la inversión pública realizada durante el primer trimestre del año cayó 24.4 por ciento respecto a la efectuada en el mismo periodo de 2024.
También hubo una disminución respecto al cuarto trimestre del año pasado, frente al cual retrocedió 7.8 por ciento.
El ajuste del gasto público, destinado a conseguir una reducción notable del déficit en este 2025, es el factor que está provocando la fuerte caída de la inversión del gobierno y de las empresas públicas.
Pero sería una simplificación pensar que la inversión pública solo ha disminuido en esta administración.
Salvo por los desembolsos realizados en el último año, los datos del INEGI también señalan que, durante el sexenio de López Obrador, la inversión se redujo de forma continua.
Si miramos aún más atrás, resulta que también en el sexenio de Enrique Peña Nieto hubo un retroceso en este tipo de inversión.
La última administración en la que creció la inversión del gobierno y sus empresas fue la de Felipe Calderón.
Permítame hacer un breve recorrido por el arranque de los sexenios de este siglo, comenzando con el de Vicente Fox.
La inversión realizada en el primer trimestre de 2001, el primer año completo del gobierno de la alternancia, fue inferior en 2.1 por ciento a la del primer trimestre de 2000, último año del gobierno de Zedillo.
Durante el primer trimestre completo del gobierno de Calderón, en 2007, la inversión fue superior en 11 por ciento en términos reales a la del mismo periodo de 2006.
En el primer trimestre de 2013, al arrancar el sexenio de Peña Nieto, la inversión fue 22 por ciento superior a la del mismo periodo de 2012.
Sin embargo, este caso fue una excepción, ya que durante el resto de su administración la tendencia fue a la baja.
La caída continuó durante el gobierno de López Obrador, con una disminución de 5.3 por ciento respecto al último año de Peña Nieto.
Y ya hemos comentado el desplome registrado en este sexenio.
Los números son elocuentes: prácticamente desde 2013 se ha observado un deterioro constante de la inversión pública en relación con el tamaño de la economía.
Al cierre del gobierno de Calderón, la proporción era de 4.9 por ciento del PIB. Para el primer trimestre de este año, alcanzó solo el 2.3 por ciento.
El problema para la economía mexicana es que la retracción de la inversión pública no ha sido compensada por un incremento de la inversión privada en muchos rubros, especialmente en infraestructura.
Hasta antes del sexenio de López Obrador, se intentó que, mediante asociaciones público-privadas, se desarrollara nueva infraestructura.
Sin embargo, desde 2019 estos esquemas se cancelaron virtualmente.
El Plan México propuso, entre sus objetivos, rediseñar estos esquemas y lograr que al menos 100 mil millones de pesos de inversión privada participaran en ellos.
El problema es que, hasta ahora, ese rediseño sigue pendiente.
Desde hace décadas se sabe que la inversión es el motor de la economía.
Se pensó que, por el impulso de los megaproyectos y el nearshoring, podría registrarse un incremento; y, efectivamente, hasta 2023 se logró que la inversión total —pública y privada— alcanzara el 25 por ciento del PIB, desde el 22.5 por ciento registrado al finalizar el gobierno de Peña Nieto.
Pero ya desde finales de 2024 observamos una tendencia a la baja, y la proporción descendió a 24.4 por ciento.
Para el primer trimestre de este año, ese parámetro bajó a 23.4 por ciento. Lo más preocupante es que la tendencia sigue siendo descendente.
Sin una reforma fiscal —que hoy no está en la agenda— no se vislumbra cómo podría reactivarse la inversión pública.
Y, con el entorno de incertidumbre actual, también se ha deteriorado la inversión privada.
Ojalá llegue pronto un golpe de timón que reconduzca la trayectoria de la economía, antes de sumar otro sexenio perdido en esta materia.