La feria

La transición ha muerto, ¿viva la transición?

Morena, que es campeona en reduccionismo y en rescatar del autoritarismo priista lo que le conviene para luego decir que PRI y PAN son lo mismo, vende el cuento de que en 2018 nació un tiempo nuevo.

Entre sus múltiples significados, las elecciones del 1 de junio suponen la clausura de la transición iniciada con las reformas político-electorales de los 90. Sería necesario, entonces, narrar qué fue y cómo fue que terminó por abrirle la puerta a AMLO.

Las elecciones de 2024 ocurrieron todavía en el marco que se gestó desde la caída del sistema de 1988. Pero sería ingenuo creer que la captura vía acordeón del Poder Judicial, con sus tribunales electorales, no se traducirá en más elecciones de Estado.

Y por otro lado, la reforma al PJ, que incluye la tripulación del tribunal disciplinario, supone la caída de una de las últimas –sin duda la más importante salvo lo que queda del INE– instituciones surgidas de la erosión del una vez todopoderoso sistema priista.


A saber cuánto durarán los obradoristas en el poder, pero una de las formas en que tratarán de expandir frente al electorado su tiempo de gracia será el manido recurso de culpar al pasado de los problemas que hoy atraviesa el país, así lleven ellos 7 años (o más) en el timón.

Con sus García Lunas y la camada de gobernadores corruptos del PRI y del PAN que de alguna forma sintetizan el sexenio de Peña Nieto, el fin de eso llamado transición será el rómpase en caso de emergencia de Morena, que ante toda crisis exclamará el “antes robaban más”.

Quizá una de las maneras de conjurar tan burda utilización de ese periodo, que tuvo luces y por supuesto sombras, sea un post mortem honesto, descarnado de lo que se intentó, con sus glorias y miserias. Una historia de la transición por los que al final la vieron nacer y morir.

No pocos de los protagonistas de la transición han muerto. El panista Carlos Castillo Peraza y el inclasificable Porfirio Muñoz Ledo, para empezar. Pero hay muchos otros vivitos y coleando. Ustedes, los aludidos, y el público saben quiénes son.

Cabe aclarar que no necesariamente quienes hoy están en eso que llamamos oposición tienen autoridad para hablar de la transición: si don Luis H. Álvarez viera quién conduce el PAN se vuelve a mori, y a no pocos priistas vivos Alejandro Moreno les avergüenza a muerte.

Lo importante sería, en todo caso, que la transición no fuera contada sólo por esos que la desprecian, que la manipulan a su antojo para provecho propio, que la decoloran al gusto del presente, abusando de que las nuevas generaciones creen que siempre hubo INE.

Habría otra ganancia. Una biografía de la transición tendría que empezar por la enumeración de las barbaridades, con todas sus letras, de la era priista clásica, de las represiones de los 50, 60, 70, 80…, de las crisis económicas, del latrocinio y la falta de justicia, etc.

Porque en México podría suceder algo de lo que se expone en Un tal González (Alfaguara 2022), donde Sergio del Molino cuenta que Felipe González le habló de un reproche que le hizo su hija María, nacida en 1978, quien le dijo: “Tu generación le debe una explicación a la mía”. Un sentido de esa frase es que en las turbulencias políticas actuales a la transición española se le verían más defectos que a la mismísima dictadura franquista.

Morena, que es campeona en reduccionismo y en rescatar del autoritarismo priista lo que le conviene para luego decir que PRI y PAN son lo mismo, vende el cuento de que en 2018 nació un tiempo nuevo, uno sin ligas con el pasado.

Diseccionar el régimen priista y la transición ayudará a evitar ese engaño.

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