La feria

Clara y los franeleros

La CDMX vive y funciona a partir de una disputa por el espacio público, dicho esto en varios sentidos: desde el uso/abuso de banquetas y calles, el derecho a la vivienda hasta el debate de qué es o debería ser, y qué no, el ex DF.

La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, propone penalizar con arresto de 36 horas inconmutables a los franeleros que condicionan lugares de la vía pública. Si la CDMX la gobernara la derecha o no fuera la mismísima selva, esto tendría sentido.

Brugada publicó el miércoles en su cuenta de X: “En la Ciudad de México el espacio público no se vende ni se condiciona: se respeta. Con las reformas a la Ley de Cultura Cívica combatimos el uso indebido de calles y banquetas, especialmente por quienes apartan lugares de forma ilegal. Hoy, (sic por la coma) decimos con claridad: el espacio público en la #CapitalDeLaTransformación es un derecho de todas y todos, no una mercancía”.

Una disculpa si usted no había leído el mensaje y escupió el café al saber que la jefa de Gobierno de los tiempos en que Paseo de la Reforma es cada vez más un tianguis dice que el espacio público se respeta (ya antes dije que claro que el comercio en vía pública es una situación descontrolada, pero una que amerita solución no simplista).


La cuestión es, desde luego, si Brugada no tenía nada más importante que anunciar esta semana que algo que no tiene sentido ni viabilidad alguna (me hago cargo de que justo hoy se cumple un mes de una tragedia para las familias de dos de sus colaboradores, y que de las investigaciones de esos asesinatos la opinión pública no tiene detalles relevantes).

Brugada dio su mensaje franelero flanqueada por el jefe de la policía y la titular de la fiscalía. Eso sería lo único medianamente consistente de lo que propone la jefa de Gobierno: si quiere encarcelar gente, pues qué bien que sus valedores sean los MP y los patrulleros.

Salvo que, si uno sí cree que van a intentar detener apartalugares, tendría que cuestionar si esa es la mejor “solución” que se le pudo ocurrir a un gobierno de izquierda, si además de creerlo piensan que tienen capacidad de ejecutar tales arrestos, y si creen que eso ayuda.

La Ciudad de México vive y funciona a partir de una disputa por el espacio público, dicho esto en varios sentidos: desde el uso/abuso de banquetas y calles, el derecho a la vivienda y el esparcimiento, hasta el debate de qué es o debería ser, y qué no, el ex DF.

El gobierno tiene el mandato de mediar, contener y, en su caso, sancionar esa lucha, y de buscar, además del cumplimiento de la ley, la armonía y el bienestar.

Hay vecinos hartos de que franeleros se apropien, algunas veces con actitudes gangsteriles, del arroyo vehicular, que, por cierto, no pertenece tampoco a quienes ahí habitan.

¿Encarcelarlos va a terminar el problema? Lo más probable es que haya más corrupción y cuotas encarecidas. El franelero será extorsionado por policías que alegarán que ahora cuesta más hacerse de la vista gorda.

Dicho de otra forma: cualquier chilango sabe que habría que estar loco (los hay) para decirle al franelero: llamaré a la policía porque quieres ponerme tarifa. Suerte a quien lo intente. La policía no llegará (ojalá la patrulla ande en cosas importantes), y si llega tratará de mediar (que en una de ésas es lo mejor).

Dos semanas después del último plantón de la CNTE, hay que subrayar que vivir en la capital es eso: saber que la autoridad ha renunciado a mediar en la coexistencia de derechos.

Tal conciencia hace que uno, el que tiene que vivir y apañárselas sin siglas que lo protejan, diario descuente que puede haber Metro funcionando, o no; Metrobús suspendido en su trayecto original, o no; bloqueos de avenidas principales, o no; ecobicis funcionales o ponchadas, invasores de la ciclovía a los que la autoridad no molesta, restaurantes que desde la pandemia abusan de las aceras, inmobiliarias que se roban las banquetas, tumban árboles y echan pisos de más, ruido excesivo nocturno de antros sin permiso por doquier que la policía hace como que no oye (ese superpoder que tienen los agentes para no oír escándalos que a otros impiden dormir), y, por supuesto, esquivar objetos en un espacio público privatizado por vendedores, formales o informales, o franeleros.

Saber que aquí la ley no es, ni de lejos, pareja (a los taxistas les ofrecieron, hace días, conmutarles las multas que los automovilistas sí pagan).

Porque la y el chilango promedio sabe que los franeleros actúan, estrictamente, con sentido común: si aquí nadie pone orden en nada, ¿por qué ellos debían ser los primeros? ¿Porque no están agremiados? Eso se soluciona en 3,2,1… más pronto que tarde acabarán en Morena, como cuando en tiempos del PRI las clientelas acababan con credencial tricolor.

Quizá eso busca Brugada. Una nueva clientela mientras tapa el sol, deteniendo un par de franeleros.

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